jueves, 12 de junio de 2014

Crónicas de Azul - 2da parte


Y de pronto una tarde Irene alzo los ojos y miro hacia los árboles; ya se había resignado a la ausencia de Edmundo, porque los días iban creciendo tanto que se habían convertido en meses.

Recordó el andar de él por la alameda, como agachaba su mirada cada vez que ella lo observaba, como giro suavemente aquella vez para regalarle un destello de sus labios, fue tan falaz; pero se llenó de colores aquel verde lugar donde se encontraban. – Me sonrió – dijo Irene, llena de emoción e intriga, pero después de un momento pensó – No volverá más a este parque, ya son muchos días- y continúo caminando por la alameda.

Una mañana antes de empezar a vender sus rosas tuvo un accidente antes de ingresar al parque.

No se había escrito para ella un reencuentro tan maravilloso como el que aconteció aquel día. Uno, dos,
tres pasos y alguien ofreció gentilmente su mano al verla en el suelo, -¿Podría ayudarla?-

Y entonces reconoció sus ojos, era Edmundo, de repente una helada atravesó su corazón, exactamente no supo que responder, solo pudo decir - no se preocupe que todo está bien- y en el fondo pensó - tú estás aquí y siento por primera vez la calidez de tu mano-

 Y es así que le bastó ver como la ayudaba, a ella no le importó la caída; solo deseó que el reloj se detenga para seguir contemplando el color de su piel gastada por los años y aquella inusual manera que él tenía para resolver aquel instante. 

Yanís Suárez Díaz
Promotora de lectura

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